El amor todo lo espera.
Cuando la maldad ajena no puede negarse, cuando ya no es posible creer en la bondad del prójimo, el amor da un paso más y se niegan a darse por vencido, y entonces espera, confía, en que aún haya una posibilidad de mejora.
El amor de Dios es como el que vemos en el padre del hijo pródigo, quien a pesar de lo que había ese hijo siempre esperaba un cambio en él, y cuando lo vio desde lejos fue movido a misericordia y corrió a su encuentro.
Confía en el amor de Dios y espera en Él, y aprende a transmitir ese amor a los hermanos que aún necesitan cambiar.
Que vean en ti su misericordia y seas una de esas «cuerdas de amor» con las que Dios nos atrae cuando nos alejamos.