El perdón de Dios nos limpia de forma completa de las consecuencias espirituales de nuestro pasado.
Y no hay que ganarse el perdón, porque Cristo lo ganó para todos en la cruz.
Por supuesto que hay que volver al amparo de su gracia para mantenernos limpios de nuestro caminar, pero recuerda siempre que las cosas viejas pasaron, y lo han hecho por su gracia.