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Una mujer entra en una reunión y, sin mediar palabra, quiebra una vasija y consagra el perfume para ungir a Jesús.

Ella sabía que Cristo era la persona más importante de esa reunión, Él era el único merecedor de ser honrado.

Era una forma simbólica de decir: Señor, tú eres lo único importante.

Este sencillo acto fue tan especial que Jesús les dice a todos que esta acción será recordada por siempre allí donde se predique el evangelio.

Porque esa es la única manera de vivir la vida cristiana, quizá sea un tanto radical y suene traumático, pero no hay nada mejor que puedas hacer con tu vida que quebrarla y entregarla a tu Señor.

Porque como él mismo nos recuerda en Mateo 16:25:
“…todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará”.