Hoy me gustaría hablarte de uno de los cuatro escritores del Evangelio, Lucas (o San Lucas para algunos), quien en su tiempo era médico (en eso coincidimos él y yo), aunque en este artículo quiero enfatizar de forma especial su calidad como “HISTORIADOR”.
Con frecuencia, cuando recomiendo a la gente que lean el evangelio, que lean la Biblia, muchos enseguida me cuestionan alegando que ¿cómo saber si lo que se escribió era cierto, o si solo era producto de la fantasía y el fervor religioso?
Bien, te diré una cosa: ¿por qué parece que nadie tiende a dudar de cualquier otro tratado histórico, ni de otras crónicas de la historia secular de reyes y reinos, escritas y archivadas desde siglos, y sin embargo, cuando se trata del evangelio, rápidamente buscamos la objeción de la historicidad?
Bueno pues hoy voy a hablarte de este hombre, Lucas, y de su excelente trabajo histórico y literario.
Lo que sabemos de Lucas por los escritos bíblicos, es que era griego (el único de los evangelistas que no era judío), que era médico y hombre instruido en las letras. Que llegó a convertirse al cristianismo, y que fue amigo personal y compañero del apóstol Pablo, con quien colaboró activamente.
Él es autor de dos de los libros del Nuevo Testamento: el evangelio que lleva su nombre y, a modo de continuidad, el libro de los Hechos de los Apóstoles.
Ambos libros, escritos entre los años 60 y 70 d.C., van dirigidos y dedicados a un tal Teófilo, al parecer un hombre romano prominente y con cierto rango, que estaba muy interesado en la fe cristiana.
En estos dos libros, Lucas nos narra la historia de Jesús, y lo hace desde una perspectiva única: como gentil, como médico y como el primer historiador de la iglesia cristiana primitiva.
Lucas no fue un testigo ocular de la vida de Jesús, sin embargo, le interesa que los hechos se preserven con exactitud y que los fundamentos de la fe cristiana se trasmitan intactos a la siguiente generación.
Como médico, él era un hombre de ciencia; y como griego era un hombre de detalles. Usó sus habilidades en la observación y el análisis, tomándose muchas molestias para indagar y averiguar, con toda clase de detalles, cómo fue la vida y ministerio de Jesús de Nazaret.
Él, y a diferencia de los otros evangelistas, narra exhaustivamente, por ejemplo, todo lo relativo al nacimiento de Jesús. Toda su investigación histórica, fue realizada con rigor, fidelidad cronológica y desde fuentes veraces, sobre todo consultando a testigos presenciales y a los relatos escritos por muchos testigos oculares.
Su objetivo: proporcionar una información completa y fiable.
A lo largo de su evangelio, puso gran énfasis en fechas y detalles, conectando a Jesús con los acontecimientos y personajes contemporáneos de la historia, y poniendo un cuidado exquisito en la cronología, las narraciones, y las enseñanzas de Jesús.
Para que nos hagamos una idea, veamos con qué palabras tan enfáticas Lucas comienza la introducción de su evangelio:
“Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido”. (Lucas 1: 1-4)
Y su segundo libro, Hechos de los Apóstoles, narra la historia de los comienzos de la iglesia, como una continuación tras la ascensión de Jesús al cielo.
Así comienza: “En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba” (Hechos 1: 1)
Lo que quiero que entiendas es que Lucas no era ningún aficionado, sino que contaba con todos los elementos necesarios de investigación, minuciosidad y rigor histórico, como para que podamos considerar su obra como un documento histórico confiable.
Es de destacar su objetividad. Lucas no aporta sus propias impresiones, porque no fue un testigo ocular.
Como escritor, se limita a relatar hechos y a transcribir textualmente enseñanzas y parábolas de Jesús y, eso sí, como el resto de los escritores bíblicos, lo hizo bajo la inspiración de Dios. En eso está de acuerdo la cristiandad.
Pero es que, al margen de lo divino, desde el punto de vista humano, histórico, (o científico si lo prefieren), Lucas es “creíble”. Puedes leer este evangelio, con la seguridad de que quien lo escribió, lo hizo como historiador profesional.
Su Evangelio es el más completo de los cuatro. El vocabulario general y su forma de expresarse denotan la cultura del autor, y, a menudo, hace referencia a enfermedades y diagnósticos.
De manera especial, Lucas enfatiza la relación de Jesús con la gente y, más que en ningún otro Evangelio, da ejemplos específicos de la preocupación de Jesús por la mujer, a quien adjudica un lugar sobresaliente.
Vemos en este evangelio cómo a Jesús le interesaba profundamente la gente y su relación con ella. Mostraba un cálido interés por sus seguidores y amigos: hombres, mujeres, niños…
Además, se muestra la tierna compasión de Jesús por los pobres, despreciados, heridos y pecadores. A nadie rechazaba ni tenía en poco.
Este amor de Jesús por la gente, es la buena noticia de Dios para el hombre.
Además, su mensaje no es exclusivo para el pueblo judío, sino para toda nación.
Lucas basa la certeza y la exactitud de su obra sobre cuatro argumentos:
- Su preocupación por los orígenes del movimiento cristiano, otorgando prioridad a los testigos presenciales.
- Su deseo de dar a conocer «todas las cosas».
- La secuencia cronológica, o relato ordenado de los acontecimientos, y…
- La exactitud o veracidad de las cosas
Para lograr este propósito, Lucas traza en sus dos volúmenes un cuadro del movimiento cristiano, desde sus orígenes con Jesús de Nazaret, hasta su transformación en una comunidad universal que trasciende los límites de la nacionalidad judía, y abarca a judíos y gentiles por igual.
Lucas presenta a Jesús, no como un mero Mesías judío, sino como el Salvador del mundo.
Una salvación, la que nos muestra Lucas, que alcanza a todos sin distinción: judíos, griegos, romanos, samaritanos y todos los demás, sin importar su raza o condición social. Hombres, o mujeres, gente de noble condición, o incluso las prostitutas. Salvación para los hombres libres, o para los que eran esclavos, y para todos los desheredados por la sociedad: los más pobres, los que no pueden valerse por ellos mismos, el ladrón crucificado, el pecador rechazado, el despreciado cobrador de impuestos.
Ese es el alcance ilimitado de la salvación, que aflora en cada página del evangelio de Lucas.
Y si tuviéramos que escoger un texto como el más representativo de este evangelio, y a modo de versículo clave, este sería el que Jesús pronunció en la casa de Zaqueo, aquel fraudulento recaudador de impuestos que terminó reconociendo su pecado y arrepintiéndose:
«Jesús le dijo: hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19: 9)
A tenor de lo ya expuesto, tenemos suficientes argumentos y suficientes pruebas de la historicidad del relato de Lucas como para poder creer confiadamente todo lo que nos narra sobre la vida de Jesús, aquel Mesías largamente esperado por el pueblo judío.
Son perfectamente creíbles las enseñanzas de Jesús, sus parábolas, sus milagros y, posteriormente en el libro de los Hechos de los Apóstoles, todo lo relativo al resurgir de aquella iglesia viva, que se levantaba triunfante, aún en medio de la oposición, la persecución y los martirios masivos de cristianos.
Con esta defensa del Evangelio de Lucas, quiero animarte a que descubras en este libro lo que Dios está deseando comunicarte: su amor, su perdón, y la expectativa de una vida renovada.
Y conseguirlo es fácil, solo tienes que creer en Jesús, y rendirse a Él. Luego, déjale hacer a Él, déjale trabajar en tu vida, y permite que Él te transforme en una nueva persona.
Tu vida ganará en todos los sentidos. Te lo aseguro.
Así que si ya tienes en casa una Biblia o un nuevo testamento, pues ánimo, comienza a descubrir a Dios en el Evangelio de Lucas. Te hará mucho bien.
Que Dios te bendiga.
Imagen de Portada Por Andrey Mironov [CC BY-SA 4.0 ], a través de Wikimedia Commons
Compilado y adaptado por Alfredo Gómez Moneo