none

Vivimos demasiado rápido. Nuestra forma de vivir, con sus actividades, citas, compromisos y exigencias, hacen que vayamos siempre al límite de nuestras posibilidades.

Vivir al límite puede ser divertido, pero solo cuando es una elección personal. En el resto de los caso suele ser demoledor y hace que nos preguntemos si es posible vivir de otra forma.

Si tú también te haces esta pregunta déjame decirte que sí, que hay otra forma de vivir y que es mucho más plena y gratificante.

Viviendo «a tope»

Hace unos años me pasó esto mismo. Trabajaba instalando maquinaria y durante varios años mi agenda se convirtió en un diario.

Asumí grandes retos profesionales que implicaban viajes y jornadas maratonianas.

La planificación se alteraba día sí y día también y más que programar las actividades lo que hacía era reflejar lo que había pasado en ese día.

Además, estaban mis responsabilidades en la iglesia y en varias entidades evangélicas y durante unos cuantos años, sencillamente, no paraba.

Metido en esta vorágine, cambié varias veces de trabajo, cada vez más exigente, hasta que un día todo se vino abajo.

Llegó la famosa crisis y, de repente, me vi frenado en seco en toda esa actividad. A ello se sumó mi salida de muchas otras responsabilidades y varias lesiones.

Durante un tiempo empecé a darle muchas vueltas a la cabeza y, entonces comprendí algo que sabía, pero que no vivía: el valor de nuestra vida no está basada en lo que haces, sino en quien eres.

Prioridades equivocadas

¿Te has dado cuenta que cuando presentas a alguien sueles indicar su nombre y profesión? Hemos asumido que lo que hacemos es lo que da valor a nuestras vidas.

A tal punto que muchas personas que están en paro sienten vergüenza de indicarlo, como si estar en paro fuera una situación bochornosa, y muchos jubilados sufren depresión por no tener algo que hacer con su vida.

Todo ello hace que nos pasemos la vida priorizando de forma equivocada.

  • Priorizamos la formación (adquisición de habilidades y conocimientos) por encima de la educación (adquisición de valores).
  • Priorizamos los resultados por encima de los medios usados.
  • Priorizamos la posesión de «bienes» (curiosa forma de llamar a los objetos), por encima de las relaciones personales y la amistad.
  • Priorizamos nuestra carrera profesional por encima de la familia.

El resultado es un mundo tremendamente eficiente, pero deshumanizado.

Aprendiendo a vivir

Sin embargo, la Biblia nos muestra que lo importante son las personas.

Dios tiene un plan vital para cada uno de nosotros, pero su objetivo no es el de hacernos grandes profesionales, sino grandes personas.

Por ello, su plan para cada persona pasa por enseñarnos:

  • Que lo verdaderamente importante es tener una relación personal con Dios que nos aporte vida, valores y fuerza.

Sin esta base todo lo demás se desmoronará al primer envite y, lo más probable es que nuestras prioridades se construyan sobre premisas erróneas de utilitarismo.

  • Que lo siguiente en importancia es nuestra familia y que no hay carrera profesional ni beneficio económico que compense ponerla en riesgo o dañarla.

Tu familia te necesita a ti, tu presencia, tu apoyo, tu guía. Puedes haber hecho grandes cosas, pero ninguna de ellas educará a tus hijos ni apoyará a tu pareja, y cuando te encuentres solo o sola ninguna de esas cosas estarán a tu lado para apoyarte.

  • Después ya pueden venir tu carrera profesional, tus aficiones, etc. pero incluso esto debe estar motivado y basado en el deseo de buscar ese plan vital de Dios para tu vida.

De esta forma, cuando mires atrás no solo podrás sentirte orgulloso u orgullosa de lo que hiciste, sino que, por encima de ello, podrás sentirte orgulloso u orgullosa de la persona que has sido.

Si quieres conocer más del plan de Dios para la humanidad puedes ponerte en contacto con nosotros y estaremos felices de poder ayudarte.

 

Si te ha parecido interesante, ¿nos ayudas compartiendo este artículo en tus redes sociales? Muchas gracias.

 

Imagen cortesía de Frits Ahlefeldt-Laurvig en Flickr