Esta parábola nos habla del amor de Dios hacia quien se aleja de Él y que no debe esperar ira ni rencor cuando decida volver, sino todo lo contrario: perdón y restauración, pero permitidme darle una nueva lectura a esta parábola.
La Palabra de Dios nos insiste, una y otra vez, que seamos constantes y persistentes en nuestra búsqueda de Dios.
A través de los acontecimientos de la entrada final de Jesús en Jerusalén vemos cómo es Él quien siempre toma la iniciativa en la relación con la Humanidad.
En esta predicación veremos que el Amor auténtico se goza en la verdad y en la justicia, porque el amor no perjudica al prójimo.
El amor que proviene de Dios es un amor que busca darse y ser útil para los que le rodean.
La vida aquí en la Tierra es un regalo de Dios, y Él tiene un plan para ti en ella.
Cristo, y sólo a través del arrepentimiento sincero, es el único lugar donde podemos ir para refugiarnos de la ira de Dios.
La Palabra de Dios nos deja una descripción clara de su plan para la Humanidad, y es nuestra responsabilidad aceptar ese plan para nuestra vida, y es nuestra responsabilidad ser mensajeros fieles de dicha Palabra.